TEMPLARIOS EN ESPAÑA: IGLESIAS DE SANTIAGO: SANTA MARÍA SALOMÉ, LA MADRE DE SANTIAGO


La iglesia compostelana de Santa María Salomé es la única bajo tal advocación de toda España. Fue construida durante el obispado de Diego Gelmírez (1100 -1140), al que ya nos hemos referido como incansable defensor y promotor de lo jacobeo. En 1140, año de la muerte del arzobispo, la iglesia fue consagrada por el chantre Pelayo abad de la que entonces era una zona de ampliación del viejo burgo de Compostela.

La iglesia conserva todavía una portada románica con tres arquivoltas que se apoyan sobre capiteles. Sobre la clave y extremos de la arquivolta inferior se disponen tres esculturas pétreas de estilo gótico añadidas en el siglo XV que reproducen a la Virgen de la Leche, la del centro, y a María y el Ángel de la Anunciación las laterales. Tanto la portada como las esculturas se conservan en muy buen estado gracias al porche cubierto que todavía hoy las protege y que fue levantado en el siglo XVI.


En el interior posee una pequeña capilla contigua al presbiterio y dedicada a Nuestra Señora y San José con una bóveda del siglo XVI cuyos nervios se apoyan en ménsulas de estilo renacentista. La capilla está presidida por un retablo barroco de estípites de la segunda mitad del siglo XVIII dedicado a San Julián. De este retablo trasciende siempre un detalle anecdótico: entre múltiples caras talladas en relieve y doradas, algunas con nariz aguileña y rasgos aztecas, existen dos rostros de ángeles con gafas.

Posteriormente, durante el período barroco la iglesia fue remodelada tanto en su planta como en su alzado. En 1662 el arquitecto Peña de Toro (1614-1676) levantó una capilla dedicada a Santa Teresa que se cubre con una cúpula casetonada con una linterna.

En 1743 se añadió la torre campanario, una obra que tomó como referencia a la cercana iglesia de San Fiz de Solovio y que fue llevada a cabo por José Crespo siguiendo el popular barroco de placas compostelano.

El papel atribuido a María Salomé en los evangelios es enorme: ha sido identificada como la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y San Juan Evangelista, una de las célebres “tres Marías” y una de las acompañantes de Jesús durante su calvario y su enterramiento.

En los evangelios canónicos María Salomé aparece citada como seguidora de Jesús y testigo femenino de su crucifixión,  junto a la Virgen y a la Magdalena (Marcos 15:40); así como en calidad de «la madre de los hijos de Zebedeo», frase con la que Mateo se refiere a ella para identificarla entre los personajes que presenciaron la crucifixión (Mateo 27:56) y atribuirle la petición de un lugar de honor para sus hijos en el reino de Cristo (Mateo 20:20-28). No obstante, su fortuna es desigual en los diferentes evangelios, así Mateo y Juan no la incluyen entre las mujeres que descubren la resurrección de Cristo.

La famosa leyenda de las tres Marías está recogida por san Marcos, que además de citar a las tres mujeres presentes durante la Crucifixión –la Virgen María, María Magdalena y María Salomé- recuerda cómo acudieron a la sepultura de Jesús y un joven vestido de blanco les anunció la resurrección (Marcos 16:1-8). En los evangelios apócrifos la leyenda se amplía y sus versiones se multiplican: las tres Marías visitan el sepulcro de Cristo tres días después de su enterramiento encontrándolo vacío, reaccionan con horror y tristeza y, entonces, dos ángeles se les presentan asegurándoles que esa desaparición se debe a que había resucitado e increpándoles a llevar la buena nueva al resto de los discípulos.

Fuente: Fundación jacobea

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