Templarios en España. Militia Templi en el Camino de Santiago. El albergue de Tosantos.


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Más arribita de Burgos, hay una pequeña aldea…
 
Cómo decía el romance, es Tosantos un pueblecito de tamaño pequeño, donde pude conocer gracias a una invitación del Padre Ángel, a los hospitalarios de Belorado y al incondicional del Camino de Santiago D. José Luis, hombre de edad, creo que supera las 8 décadas, y que conoce el espíritu del Camino de Santiago, ese espíritu perdido por los peregrinos, gracias a Dios, no por todos, afortunadamente, conoce el espíritu del Camino, decía, y lo más difícil, lo pone en práctica en su vivir diario.
 

ALBERGUE DE TOSANTOS
Componente de Militia Templi con Jose Luis y voluntarios del albergue de Tosantos

D. José Luis es hombre que no tiene falta de ánimo para declarar y gritar a los cuatro vientos que el camino está fuertemente desfigurado, que hoy en día los intereses económicos de los ayuntamientos, y negocios le han ido ganando terreno a la espiritualidad hasta dejarla olvidada y tapada, y a Santiago Apóstol como la mera pancarta de meta, de muchos que vienen a hacer jornadas maratonianas demostrándose a ellos y a sus compañeros que físicamente son lo más de lo más.
 
D. José Luis apunta con valentía, que el peregrino es una figura que se ha ido transformando con el mismo camino, y que ya no es respetado, y fielmente servido de las personas como en décadas pasadas, que le rogaban rezara al Santo Apóstol a su llegada a Santiago, y que a cambio de esas oraciones le regalaban algo de fruta, un huevo o cualquier minucia, que le ayudase en sus largas jornadas, largas y solitarias, largas y sin el apoyo del techo del albergue, y del calor del fuego, siendo esta la causa que le ha llevado a ser hospitalario de San Francisco, ese Santo de Dios, conocido como “ese otro Jesús”.
 
Bajo la denominación de “Hospital de Peregrinos de San Francisco de Asís”  trabaja de forma voluntaria en ese refugio del cansancio, lleno de servicio, donde nunca falta sitio, ya que D. José Luis manifiesta siempre “¿Quién soy yo, para decidir quién se queda o quién no?” y por ello estira como si de goma fuese las paredes de esa bendita casa, usando si fuese necesario el comedor, la capilla e incluso la iglesia como improvisado techo al servicio de quien pide asilo, repartiendo la comida y el trabajo de hacerla entre los asistentes, así como el de recoger la cocina, eso sí siempre entre el postre y la limpieza, llegando a alimentar el alma con las correspondientes vísperas, que se realizan en la capilla que ocupa una de las buhardillas de esta casa.
 
Entre los que les ayudan a D. José Luis están tres voluntarios, uno de ellos es D. Juan Manuel, lo podréis conocer de forma fácil e inmediata, por su barba, su cara de felicidad, resultado de su desinterés en el servicio, y siempre es el encargado de tocar una flauta travesera, aportando más paz, aun si cabe, a las oraciones y a los momentos de meditación, y acción de gracias.
Todo en esta casa sabe a gloria, a esa gloria humana, llena de desinterés, de Paz y Bien, llegando hasta el extremo que D. José Luis no desea al peregrino “buen camino” y sustituye esa cordialísima y habitual frase por la de “Buena peregrinación”.
 
Remanso de paz, donde rebosa el espíritu de San Francisco, y te llena de tranquilidad el alma y el cuerpo, cuando ves la desinteresada entrega  de este hermano de todo ser que pase por el camino y pida techo algo de comida, pues además se llevará una oración, el oír en  la capilla en las Vísperas lo que han dejado reflejado en un papel los anteriores peregrinos, a modo de petición, o de descarga de los problemas, estos papeles son leídos en los distintos idiomas originales por los peregrinos que oran ese día, y así los mantiene durante veinte días, que son los días que se tarda en llegar a Santiago desde Tosantos, de forma que cuando la petición del peregrino ha llegado al mismo Apóstol, es retirada de la lectura diaria.
 
Toda una experiencia imposible de trasvasar a papel, para ello hay que visitar la casa y convivir con ellos, al menos una tarde, un día, una semana o incluso una vida, como la ha dedicado D. José Luis a los que por allí pasan.

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